miércoles, 11 de agosto de 2010

Touché

A veces me dan ganas de romper el espejo que refleja mi alma al exterior mostrando al mundo mis vergüenzas.
O tener una máscara a medida para cada día de la semana. O para cada hora, quizá una para siempre y así no tendría que enseñar a nadie, entre cambio y cambio, lo que hay oculto.
Podría arder Troya ante mis ojos y así reflejar algo distinto a lo que se sucede noche tras noche, podría perder el brillo y no reflejar. Podría pasar desapercibida. Podría apuntarte entre los ojos practicando esgrima.
A veces quiero estar ausente y no dar explicaciones por cada movimiento que hago dentro de mi tablero de ajedrez. Torre, alfil, peón y caballo. Blanca y negra. Dentro de la misma caja. Los relojes no se hicieron para mí y las reglas del juego no paran de cambiar una y otra vez.
Me pregunto si al final hizo caso a los Stones y se marchó de aquella nube.

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